Enseñar es también aprender

A los cuatro meses perdió la audición y a los siete años quedó ciego. Hoy tiene 49 años, le apasiona la electricidad y pasa la mayor parte del día en el Centro de Rehabilitación Luis Braille.

Nuestra tarea habitual en el Grupo GESE es estudiar las formas de ahorrar energía, las fuentes alternativas y la sustentabilidad energética; en este caso y con gran satisfacción debemos hacer lo contrario, es decir derrochar energía.

La vinculación inicial que nos llevó a involucrarnos con las actividades del Centro fue la información de la existencia de una persona con una discapacidad poco habitual, apasionada de todo lo relacionado con la electricidad y a la que se le notaban extraordinarias habilidades en el tema. Es aquí donde aparece la UTN a través del Grupo de Apoyo al Discapacitado que nos invita a participar mediante la aplicación del convenio existente con el Centro Luis Braille con la idea de ayudar a Ismael, enseñándole y dándole prácticas de todo lo referente a la electricidad.

A los 15 años Ismael fue a la Fundación Hellen Keller de Córdoba y cursó allí hasta sexto grado. Aprendió a leer y escribir, matemáticas y el Sistema Braille de lecto-escritura para no videntes.

«¿Cómo se construyen ciertas categorías cognitivas con la ausencia de dos sentidos? ¿Cómo construir el universo simbólico de complejidad como el que tiene?», se pregunta la directora del Centro. ¿Qué tema, no?. Este es un caso extremo de comunicación, es cierto, pero qué docente no se ha enfrentado o -mejor expresado- se enfrenta permanentemente a la realidad de comunicar o traspasar un conocimiento, emplear todas las herramientas a su alcance para llegar al alumno, desafiar la problemática de verificar que este conocimiento ha sido entendido y mejor, comprendido por el alumno.

Todo ésto lo viví personalmente ni bien lo conocí a Ismael. La única manera que tiene de saber de las cosas es tocándolas u olfateándolas. Tiene muy desarrollados ambos sentidos hasta el punto de reconocer a las personas por su olor, por ejemplo el caso de una persona fumadora, como el profesor del taller. Su lenguaje es limitado y sólo incluye palabras simples que sólo una persona que ha pasado algún tiempo cerca de él puede reconocer.

Sorprende verlo a Ismael cuando sus compañeros del taller de carpintería le traen una mecha para darle filo o arreglar un destornillador, cosa que hace en una amoladora de banco que él mismo armó y reparó a partir del motor de una cortadora de césped. El asunto es presenciar cómo lo hace y analizar sus movimientos precisos. Enciende la amoladora, se da cuenta por la vibración que está andando, pone la mano derecha sobre la piedra y acerca los dedos pulgar e índice a ambos lados de la piedra casi tocando la misma. Toma la mecha con la mano izquierda y la pone en la punta de los dedos, usándolos como referencia, la va dando vuelta y por la cantidad de chispas que lo tocan, se da cuenta del grado de contacto con la piedra. Como cualquiera, comprueba cada tanto el filo y finalmente inquiere si ha quedado bien. En resumen, la afiló muy bien.

Lunes a lunes desde hace cuatro meses espera impacientemente mi llegada para desarrollar cada clase con un interés sin igual. Aparte de ir aprendiendo, entre los dos hemos ido arreglando y ampliando la instalación eléctrica del taller. Un ejemplo de sus aptitudes lo resumo en lo sucedido al realizar el último trabajo, que consistió en el cambio de conductores en una cañería por ser de un tamaño insuficiente; al terminar, probé y al comprobar que estaba todo bien concluimos la clase y me despedí. Al lunes siguiente, lo primero que hace Ismael es mostrarme el conductor que habíamos sacado y que él guardó en una bolsa: una parte de dicho conductor estaba pelado, sin aislación. Ismael lo había recorrido con sus manos en toda su extensión y se dio cuenta del defecto sin que nadie lo notara antes.

Se comunica por varios métodos, probando sobre la marcha con cuál tiene más éxito con su interlocutor ocasional, por caso escribiendo sobre las palmas de las manos las letras del abecedario o números. También, por las vibraciones del habla, posando sus manos en la garganta de su interlocutor. Este precisamente es el tema donde más hay que ayudarlo y en el cual creo que desde la universidad podemos colaborar. En estos momentos aparte de las clases de electricidad, estamos abocados a la tarea de sistematizar el método de comunicación, o sea, tratar de lograr que Ismael se comunique de una forma y no que use permanentemente distintos sistemas. Y por otro lado diseñar aparatos para hacer más eficiente y fluida esa comunicación.

Ya un grupo de tres alumnos de la carrera de Ingeniería Electrónica en su trabajo final han diseñado y fabricado un aparato para enseñar Braille. Es un principio, es la dirección correcta, pero falta mucho, mucho más. Faltan muchas mentes y muchas más manos. Falta, por ejemplo, explorar y desarrollar toda la potencialidad de una computadora y volcarla en hacer más fácil y fluida la comunicación del discapacitado, para de esa forma abrirle las puertas a un mundo nuevo, por ejemplo el acceso a Internet.

Esto es real y sigue, renovándose día a día y prueba que la vida, más allá de lo que vemos, oímos o hablamos, también nos brinda la posibilidad de realizarnos.

Ing. Sergio Luñansky
Director del Grupo de estudios sobre la energía
UTN – FRBB.