«Aprendiendo el oficio» de alumno universitario

El proceso por el cual los alumnos se van constituyendo en sujetos universitarios resulta un desafío, tanto para ellos mismos como para quienes los acompañamos: docentes, personal no docente, equipos departamentales y toda la comunidad educativa.

El tiempo en términos del desarrollo de la persona es el eje vertebrador del proceso. En esta etapa los estudiantes transitan entre una salida de la adolescencia y el arribo a la adultez; como sujetos, presentan dificultades para pensar un futuro muy lejano para sus perspectivas, y difícilmente éste se convierte en un horizonte movilizador y atractivo, que les facilite la significación del esfuerzo y la concentración que necesitan. La decisión vocacional no es suficiente y los alumnos tienen aún una dimensión proyectual no consolidada.
Por otra parte, al ingresar al mundo universitario, se encuentran con que éste tiene sus propias lógicas institucionales, las cuales suelen ser más homogeneizadoras que personalizantes; todo esto presenta un desafío, tanto para los alumnos como para los que integramos esta Facultad. Conocer cuáles son las nuevas  “reglas de juego” requiere de un proceso personal, que le permita convertirse en un integrante de la institución y del sistema formativo profesional, más allá de que formalmente lo sea.
Es necesario comprender que esta primera etapa de transición implica un proceso madurativo, que el alumno tiene que transitar y que requiere, al mismo tiempo, del acompañamiento de toda la comunidad universitaria.
Enfrentado de cara con las materias, el alumno se encuentra frente a nuevas estructuras de  contenidos y metodologías, sustentadas en los principios epistemológicos de cada  campo del saber.  En este aspecto es importante reflexionar sobre los condicionamientos preexistentes  que caracterizan las capacidades de los alumnos ingresantes, que por lo general, poseen una concepción estática del conocimiento, donde los contenidos generalmente son abstraídos del contexto, lo que les resta la posibilidad de desarrollar mecanismos de comprensión y construcción de conocimiento autónomo; su matriz de aprendizaje es reproductiva, memorística  y altamente pasiva,  lo que conforma una estructura de sus formas de aprender que están lejos del “aprender a aprender”.
Por lo tanto la problemática del aprendizaje de los alumnos de primer año se desarrolla en torno a un conjunto de aspectos que son resultado de las interrelaciones entre dos esferas diferentes, una que involucra aspectos inherentes a la vida de los alumnos, su formación previa, su entorno social y cultural, otra la constituye el ámbito universitario con sus contextos institucionales, actores y procesos que además deben adaptarse a los cambios tanto de estos nuevos estudiantes como a las demandas de formación de competencias que el medio demanda.

¿Qué podemos hacer desde la institución?

El fracaso en el primer año del ingreso a la universidad es el resultado del desajuste de todas las variables que intervienen en el proceso de formación. No es suficiente recortar el diagnóstico en la focalización de un aspecto no menor que es la debilidad de los conocimientos previos o de las estrategias de aprendizaje inadecuadas; también como decíamos anteriormente hay otros aspectos que nos involucran en el problema y esto nos lleva a una actitud reflexiva, que nos permita plantearnos interrogantes acerca de nuestra posición como actores institucionales. Es muy importante revisar, indagar nuestras creencias sobre la institución Universidad, sobre el conocimiento, sobre el rol docente, y muy especialmente, sobre la naturaleza del proceso de aprendizaje y del joven actual como sujeto de aprendizaje, para esto hay que reflexionar sobre nuestro sistema de creencias que condicionan toda nuestra conducta ya que nos instalamos en ellas,  las generalizamos y transformamos en leyes.
A veces nuestras “creencias” sobre los alumnos favorecen sus procesos de aprendizaje y otras veces no, pues éstas actúan como condicionantes del proceso. Podemos quedarnos en el deseo de que esos estudiantes posean unas características que consideramos necesarias y que se convierten en “ideales”, lo que nos haría sentir más seguros en nuestro rol docente. Sin embargo el desafío que tenemos es ser docentes con los jóvenes de hoy, que en la etapa del primer año de su carrera profesional, presentan aspectos de inmadurez, además de potencialidades y capacidades desde donde partir en su formación, pero para esto, debemos bucear en su mundo e intentar comprenderlo.

¿Hacemos todo lo que está a nuestro alcance? Pues “todos somos tutores” de los alumnos ingresantes, y como tales debemos trabajar en beneficio de ellos, brindándoles toda nuestra experiencia y conocimiento profesional, pero también el acompañamiento y la comprensión de sus tiempos y procesos, para que puedan desarrollar su potencial, acompañándolos en su proceso universitario. Debemos tener en cuenta que éste es personal y que por lo tanto implica tiempos particulares que deben ser respetados también por el propio alumno, a quien habría que ayudar a reflexionar acerca de esta adecuación de sus posibilidades a la realidad.

Toda nuestra comunidad educativa debe seguir generando espacios de debate participativo que habiliten interrogantes, cuestionamientos, disensos, diálogo y consenso, acerca de los problemas que debe afrontar el  ingresante para construir su oficio de alumno universitario en el marco de una dinámica institucional progresiva, abierta a la solución de los nuevos desafíos de la educación actual y del mundo futuro de nuestros jóvenes.  

Equipo Interdisciplinario de Apoyo Académico