La Innovación no es una Actividad
El prestigioso catedrático español Enrique Mandado Pérez analiza la situación de su país desde el punto de vista del bajo avance en desarrollo tecnológico
La innovación no es una actividad, mientras que sí lo son la investigación científica y el desarrollo tecnológico. Por eso cuando se tiene éxito en el mercado y se alcanza la innovación, es cuando se logra el retorno de la inversión realizada en investigación científica (si fue necesario hacerla) y en desarrollo tecnológico (siempre imprescindible). Lo diga quien lo diga la innovación no se hace sino que en todo caso se consigue; y no se puede conseguir sin hacer desarrollo tecnológico, que a veces se combina con la investigación científica aunque no siempre.
Los políticos, ya sean del gobierno o de la oposición, deberían explicar claramente a los españoles que la innovación no es una actividad sino el resultado del desarrollo tecnológico bien hecho que se traduce en productos en el mercado que tienen éxito porque los compra mucha gente. Para que los españoles se den cuenta de nuestro subdesarrollo tecnológico solo tienen que darse una vuelta por un hospital y comprobar que los aparatos españoles brillan por su ausencia. España es un país poco innovador porque nunca ha desarrollado un número suficiente de productos propios y sin productos no puede haber innovación. La innovación en procesos y servicios adquiere su verdadero valor si se logra con productos propios y no con productos ajenos como sucede de forma generalizada en España. De todo ello se deduce que lo que nos puede preparar a los españoles para superar la crisis profunda en la que nos encontramos actualmente no es la innovación sino el desarrollo tecnológico porque sin él es imposible que se alcance aquella por mucha Ciencia que se haga.
Leyendo cualquiera de los libros publicados sobre historia de la Técnica se ve claramente que los países que están en el siglo XXI a la cabeza del mundo en Economía, y cuyo paro no supera en la actualidad el 10%, desarrollaron productos durante los siglos XVIII y XIX y la primera mitad del XX, cuando el conocimiento científico era muy incipiente, y fue con el dinero que ganaron con dicho desarrollo y al darse cuenta de que el rendimiento que obtenían era insuficiente, cuando dedicaron parte de las ganancias a impulsar la investigación científica y no al revés. Los países que comenzaron desarrollando productos con poco conocimiento científico y venden hoy productos con tecnología propia, como por ejemplo Holanda o Alemania, no tienen el problema de paro que tenemos los españoles.
Algo hay que modificar…
Para cambiar de modelo productivo España tiene que distinguir la Política Científica de la Tecnológica. Para que nuestro esfuerzo en I+D se transforme en riqueza y empleo hay que impulsar tanto o más el desarrollo tecnológico (D) que la investigación científica (I).
A los científicos se le puede valorar por las publicaciones pero si España continúa haciendo lo mismo con los ingenieros que trabajan en la Universidad, en lugar de valorarlos por los prototipos que desarrollan y los productos españoles que contribuyen a poner en el mercado, seguirá siendo un país subdesarrollado tecnológicamente.
Cabe recordar que aunque en el lustro comprendido entre 2005 y 2009 España invirtió en I+D más que en los 12 años anteriores, y por ello somos el noveno país del mundo en producción científica; en competitividad no hemos mejorado nada y estamos en el puesto 42 por delante de Barbados. Lo que parece estar claro es que algo habría que cambiar porque lo que se ha hecho hasta ahora no ha dado los resultados apetecidos. ¿Alguien podría explicar, por ejemplo, por qué no se hace una convocatoria de proyectos de desarrollo tecnológico que prime el desarrollo de productos españoles, separada de la de proyectos de investigación científica? No estaría mal tener un debate nacional sobre el tema.
Aunque pueda haber casos aislados encomiables, la historia de España es una historia de fracaso colectivo porque graduó muy pocos técnicos (ingenieros) desde mediados del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX, y el resultado de ello es que hoy el número de empresas que basan su estrategia en el desarrollo de nuevos productos es claramente insuficiente. España se puede definir como un país de servicios con los productos desarrollados por otros. Nuestras centrales hidroeléctricas están hechas llave en mano por ingleses o suizos, nuestras centrales nucleares son francesas y nuestros automóviles no han sido desarrollados en España. Solo desarrollando productos que eleven las exportaciones y disminuyan las importaciones se cambiará nuestro modelo productivo que hasta ahora ha estado casi basado en un único producto: el ladrillo.
A los españoles hay que explicarles que una empresa tecnológica es una empresa que desarrolla productos, los fabrica y los vende y que cuando tiene éxito invierte en ciencia para mejorarlos y nunca al revés.
El nivel bajo de nuestra capacidad para asumir riesgos, trabajar en equipo y acometer tareas que necesitan un esfuerzo continuado, y no solo puntual, es lo primero que debemos reconocer los españoles para encarar el futuro con un mínimo de optimismo.
Aunque es cierto que la Ciencia avanza en España, para mejorar nuestra balanza de pagos, elevar nuestra productividad y disminuir nuestro nivel de paro hay que hacer avanzar también la Tecnología. Solo así, se crearán empresas basadas en el conocimiento tecnológico y en el científico, se mejorará el nivel de las ya existentes, se alcanzará la Innovación y se dispondrá de más recursos para impulsar a su vez la Ciencia.
Enrique Mandado Pérez
Catedrático de Tecnología Electrónica de la Universidad de Vigo y Vicepresidente de APROTEGA
(Asociación para el Progreso de la Tecnología en Galicia)