Palabras de un graduado
El siguiente es el texto del discurso pronunciado por el Ing. Civil Horacio Mario Luna Dávila, egresado de nuestra Facultad, al recibir la Medalla al Mérito de la Academia Nacional de Ingeniería. El acto académico se desarrolló en la ciudad de Buenos Aires el 6 de diciembre de 2002
Dijo el Doctor Joaquín V. González, fundador de la Universidad Nacional de La Plata, en su discurso «Lección de optimismo»: Los únicos derrotados en este mundo son los que no creen en nada, los que no conciben un ideal, los que no ven más camino que el de su casa o su negocio, y se desesperan y reniegan de su patria o de su Dios, si lo tienen, cada vez que les sale mal algún cálculo financiero o político de la matemática de su egoísmo. ¡Trabajo va a tener el enemigo para desalojarme a mí del campo de batalla!
Nosotros, los egresados, que venimos a recibir esta distinción que anualmente otorga la Academia Nacional de Ingeniería a graduados en carreras de Ingeniería, creemos que quienes fundaron y hoy sostienen esta institución, son hombres que contagian optimismo, poseen ideales, no claudican en sus deseos de bregar por el fomento y la difusión de la investigación técnica y científica en relación con la ingeniería, propendiendo al desarrollo y progreso del país, de nuestro país: Argentina .
El capital humano es la noción por la cual los individuos adquieren destrezas y conocimientos para incrementar su valor en los mercados de trabajo. La experiencia, el entrenamiento y la educación son los tres mecanismos para adquirir capital humano, siendo la educación la herramienta primaria para la mayoría de los individuos. La educación facilita la adquisición de nuevas destrezas y conocimientos que permiten incrementar la productividad. Además, la educación beneficia también a la sociedad en modos que no son cuantificables para el crecimiento económico. La educación permite a los argentinos ser mejores madres, padres, hijos, votantes y ciudadanos. Por eso la educación debe ser vista como una inversión y no como un gasto.
Cuando asumimos el compromiso de incorporar conocimientos en una Universidad Argentina, cada uno de nosotros lo hizo desde distintos lugares, en distintas universidades (publicas o privadas) con la intima convicción que con una carrera de ingeniería de estas características íbamos a desarrollar una capacidad critica suficiente para resolver los problemas que demanda la realidad social.
Las Universidades Argentinas han provisto en cada estudiante de ingeniería, que hoy recibe este premio, además de una mente inquisitiva y analítica, la seguridad de que el mismo es capaz de transformar la realidad de su entorno; la comprensión de su propia humanidad y su relación con el universo; el conjunto de valores éticos, el sentido de la moral y de la justicia; la apreciación por la creatividad humana; el respeto por la dignidad y de sumisión a la ley, a fin de contribuir en la búsqueda de la libertad, igualdad y justicia, para ayudar a construir una democracia moderna y participativa.
No se puede dejar de advertir la difícil situación de crisis que atraviesa actualmente nuestro país al iniciarse, en este año 2002, el proceso de acreditación de las carreras de ingeniería, agravado en grado sumo en el caso de las Universidades Públicas debido a la situación presupuestaria, el Estado incumple su obligación de otorgar las partidas imprescindibles para su normal funcionamiento. Quienes la cercenan saben que no han modificado una norma, sino que la han violado. La acreditación implicará no sólo un desafío sino también interrogantes, a su vez será generadora de una nueva mentalidad positiva dentro de nuestra dirigencia.
La propia indiferencia en materia política y social refleja el derrumbe moral de nuestro tiempo. Nuestra sociedad se ha caracterizado por admirar y respetar el éxito en los hombres de negocios y políticos deshonestos que han escalado posiciones con engaños y simulaciones. La viveza criolla ha sido un cáncer que ha carcomido el valor de la honestidad. Se ha preferido muchas veces pasar por deshonesto a pasar por tonto; la honestidad ha sido tratada como un defecto y expresión de falta de personalidad e imaginación. Se han privilegiado los resultados, sin importar los medios.
Es justamente en este ámbito donde la Academia Nacional de Ingeniería acude para destacar la importancia que se le debe dar al medio para llegar al fin, dentro del marco de un logro educativo universitario.
Los presentes egresados podemos decir que hemos optimizado nuestro tiempo y los recursos disponibles en base a esfuerzo y dedicación responsable. Y más aún quienes hemos estudiado en una universidad publica, a partir de ahora tenemos un compromiso mayor con el Estado. Tenemos el compromiso ineludible de no olvidar nuestros orígenes y nuestra obligación para con el Estado Argentino.
A lo largo de la carrera hemos valorado que el hecho de ser universitario es un privilegio que no gozan por injustas razones económicas otros miles de jóvenes que tienen igual o mayor capacidad; que no podemos venderla al mejor postor, sino que debemos ponerla al servicio de los intereses de nuestro país.
No solo eso, debemos promover que los profesores mantengan una actitud ética en su desempeño, ya que ellos sirven de modelo para los alumnos. Todo ello contribuye a que el alumno descubra por su cuenta que hay vidas mezquinas y otras dignas y elevadas que no se rigen por el egoísmo y el interés mercenario, sino por el afán de servir al prójimo. Entonces los alumnos no desearán adquirir una capacidad técnica para defender luego, por dinero, los intereses de las compañías extranjeras en perjuicio de su propio país, sino que se esforzarán para que su patria se recobre de la bancarrota moral, política y económica en que se encuentra.
Hoy más que nunca, nosotros, los recién egresados universitarios, tenemos un compromiso asumido y es el de no defraudar a la sociedad.
A la Universidad que nos cobijó (en mi caso la Facultad Regional Bahía Blanca de la Universidad Tecnológica Nacional), va nuestro especial agradecimiento.
Hacemos partícipes en este agradecimiento a los docentes que nos han formado no sólo en la parte técnica sino también en la humana, al entorno en donde nos hemos desarrollado, a nuestros padres, a los familiares que nos apoyaron y animaron permanentemente, y a nuestros amigos y compañeros que brindaron su apoyo en todos los buenos y malos momentos vividos.
Por último quisiera compartir con ustedes un pensamiento personal: «Detrás de todo gran Ingeniero hay una sociedad satisfecha».