Eficiencia energética y desarrollo agrícola:¿dos realidades incompatibles? (2º Parte)

Los cambios que se están produciendo en el clima y los flujos geoquímicos pueden causar modificaciones permanentes en los ecosistemas. Se impone entonces desarrollar sistemas energéticos que combinen eficiencia con fuentes renovables y descentralizadas. Sin embargo las producciones alternativas son desacreditadas por las industrias globalizadas, que ponen en duda la validez científica de estos desarrollos.

En la primera parte de este artículo, publicada en Utecnoticias Nº29 (septiembre 2007), el autor caracterizó el modelo de utilización de la energía en el sector de la agricultura; analizó su tendencia y las posibilidades de revertir las consecuencias adversas que el mismo genera. Brindamos a continuación la segunda y última parte de la nota.

La relación medio ambiente – agricultura 

Existen evidencias y signos claros de que la capacidad de los ecosistemas, la ‘maquinaria biológica’ con que el planeta produce la mayoría de los bienes y servicios de los que dependemos, está declinando rápidamente” (World Resources Institute, 2006).

Los ciclos climáticos y los del agua están cambiando drásticamente en todo el mundo, con deshielo de glaciares o derretimiento de hielos polares. Los desbalances de agua pueden implicar calentamientos en la zona norte del planeta (aumentando los rindes en la agricultura) y enfriamientos y sequía en la zona sur, con las implicancias de esto en la economía y el desarrollo regional. En lugar de cambio climático, se debería hablar de caos climático porque las predicciones son muy difíciles y riesgosas. El Carbono, componente fundamental de la energía moderna y bloque básico de la fertilidad del suelo, está  asociado con el mayor contaminante responsable del efecto invernadero. Los científicos del clima puntualizan que para reducir los actuales niveles de gases efecto invernadero hasta valores equivalentes al doble de los que existían en la era preindustrial, se requiere una reducción de más del 60% de las emisiones actuales.

La producción y uso de energía son responsables del 88% de los gases de efecto invernadero. Del  total de dióxido de carbono (CO2) emitido, aproximadamente la mitad es retenida (absorción) y el resto aumenta la concentración atmosférica. La capacidad de absorción de carbono de los sumideros naturales es actualmente desconocida, y no se pueden predecir los efectos que pueden tener sobre los mismos los cambios climáticos.

Las tierras y el suelo agrícola tienen 20 a 30% más de biomasa debajo del suelo que sobre el mismo; esto equivale a menos de 100 Tn por hectárea. Desde la década del ‘90 los fertilizantes sintéticos en países industrializados proveen el 50% del nitrógeno (N) de los cultivos. Se dice que  estos fertilizantes son el invento más importante del siglo XX, liberando a la población mundial de las limitaciones del N. Pero el uso excesivo de los mismos está comprometiendo el ciclo natural del N. Con respecto a los impactos de la fertilización, más del 50% del N aplicado en cultivos se pierde y no es absorbido por los vegetales. Más del 50% de los fertilizantes comerciales tienen residuales de metales pesados que impactan negativamente en el medio ambiente. El exceso de nitratos en aguas subterráneas por escapes en procesos de fertilización descontrolada, puede promover además de problemas en la salud infantil, el aumento de la probabilidad de cáncer de vesícula en la mujer. La fertilización descontrolada, y la disrupción del ciclo de N principalmente y también del fósforo (P), junto al CO2, implican un profundo cambio del flujo geoquímico, que puede causar cambios permanentes en los ecosistemas, especialmente debidos a los impactos del exceso de N, predisponiendo a muchas especies vegetales a una mayor vulnerabilidad a plagas e incluso a su desaparición.

La eficiencia energética

Desde el punto de vista estrictamente económico, el costo debido al aumento de la eficiencia de uso de la energía  es casi siempre menor que el ahorro producido en electricidad o combustibles – H. Lovins, 2005”

La clave para desarrollar sistemas energéticos de alta resiliencia impone combinar eficiencia energética con fuentes renovables y descentralizadas, promoviendo la energía solar, eólica, hidráulica, o el uso de los residuos de biomasa vegetal, en lugar de los combustibles no renovables de sistemas centralizados de alta vulnerabilidad. Esto reduce la necesidad de petróleo o gas de pozos, instalación de gasoductos, tanques y terminales o estaciones de transformación y transporte de energía. Un relevamiento realizado en Estados Unidos (1992) demostró que los establecimientos de hasta 15 hectáreas son, energéticamente hablando, 10 veces más productivos que los grandes establecimientos. No sólo son más productivos sino además más sustentables. 

Las tendencias actuales de crecimiento de la agricultura orgánica ayudan a este proceso, ya que este modo de producción es energéticamente más eficiente. Este hecho está probado por estudios realizados tanto en Europa como en Estados Unidos, los cuales demuestran que las producciones orgánicas son 20 – 50 % más eficientes que las convencionales (fundamentalmente porque no utilizan fertilizantes químicos, y reciclan materia orgánica). Sin embargo las producciones alternativas se ven atacadas por las industrias globalizadas,  que desacreditan  “la validez científica” de estos desarrollos, aunque es cada vez más evidente que la globalización declina y su apogeo ha pasado. La producción y el desarrollo locales son los atributos que caracterizan lo que viene, de la mano del cuidado  propio (seguridad y salud alimentaria) y del medio ambiente, además de promover el desarrollo de todos y la distribución igualitaria de la riqueza generada.

Otro caso paradigmático lo constituye la moderna industria del viento. Ésta tuvo origen en Estados Unidos, pero debido a las erróneas y obviamente sesgadas políticas de desarrollo de ese país (políticas tristemente adoptadas en el nuestro en la década del ‘90), esa industria migró de Estados Unidos a Dinamarca, donde actualmente más del 20 % de la demanda energética es cubierta por el viento.

La “huella  ecológica

La “huella ecológica” es  la medida de cuánto suelo y cuánta superficie de agua requiere una población para obtener los recursos que necesita para automantenerse y absorber sus residuos, utilizando las tecnologías convencionales”. (W. Rees, 2005)

De acuerdo con datos de 2001, Estados Unidos tenia una “huella ecológica” 20 veces mayor que la de los países más pobres. Pakistán y Bangladesh, por ejemplo, tienen una “huella” de 0,5 hectáreas por persona, comparado con las 11 de Estados Unidos, o las 9 de Australia, 8 de Canadá y 7 de Inglaterra. El promedio mundial es 2 hectáreas por persona. Los países con mayor “huella” compensan ese gran requerimiento con mayores eficiencias de uso de energía. Entre el 20 y 25% de la población del mundo usa el 86% de los recursos naturales disponibles. Es conocida la comparación nefasta de que, si el estándar de vida de toda la población mundial fuera la de Estados Unidos o la de Canadá, haría falta el equivalente a 4 planetas Tierra para mantener ese proceso “sustentable”.  La mayoría de las naciones del planeta (más de 200) son parcialmente dependientes de la importación de alimentos; aún países ricos como Holanda o Inglaterra tienen una “huella” varias veces mayor que la superficie disponible. Cinco países entre los que se encuentra Argentina, además de Estados Unidos, Canadá, Australia y Francia, reúnen el 80% del comercio de exportación de cereales.

Biocombustibles

“La sustentabilidad de los biocombustibles incluye necesariamente el procesamiento local en volúmenes reducidos o medianos contribuyendo al desarrollo de las economías regionales.”

Los biocombustibles etanol o biodiesel son otros componentes importantes del posible cambio del balance energético. El desarrollo de cultivos oleaginosos de bajo costo en zonas marginales (secas/semiáridas), implica desarrollo sustentable de estos procesos. Obviamente, sin utilizar las zonas de alta productividad. Los agricultores pueden utilizar estos cultivos no tradicionales para introducir rotaciones favorables, evitando el monocultivo y el uso creciente de pesticidas y herbicidas. El biodiesel reduce las emisiones de carbono en un 78% comparándolo con el petróleo como fuente de combustible. El consumo de biodiesel en Estados Unidos creció más de 50 veces desde 1999, pero no llega al consumo de Alemania, donde su costo de producción compite abiertamente con el gas oil de petróleo.

En algunos casos la producción de biocombustibles puede implicar una pérdida neta en el balance energético, que además sustrae nutrientes del suelo. La “huella ecológica” de la producción de algunos biocombustibles es del orden de 1000 hectáreas para producir 1 Megawatt de electricidad. Esta proporción es enorme si la comparamos con los máximos de 3 ha para energía eólica o 16 ha para energía solar, siempre en el mismo nivel de producción. Los combustibles fósiles tienen un máximo de 800 ha para 1 MW. Significa que si esto no es evaluado y estudiado previamente, los biocombustibles no sólo no son solución  sino que pueden agravar el problema. La producción de etanol requiere un equivalente energético de 33000 Kcal desde la preparación de suelo, siembra, implantación, crecimiento y cosecha de maíz, para luego moler, fermentar, destilar y obtener 1 litro de etanol, que contiene  5000 Kcal. Esto significa que “gastamos 70% más de energía de la que luego obtenemos. Ineficiente, ilógico, irracional, ¿cómo se podría calificar esto?  

Por otra parte, se plantea el “desastre humanitario” que significaría dedicar, por ejemplo en el caso del Reino Unido, toda su superficie cultivable a producir “alimento” para vehículos en lugar de alimentar a las personas. Esto para cumplir los objetivos impuestos por la Unión Europea de que en 2020 se debe consumir 20% de biocombustibles,  sin tener en cuenta el altísimo impacto ambiental negativo que tendrían estos cambios.

Los defensores de los biocombustibles promueven los impactos positivos, la reducción de emisiones contaminantes, la mejora en los ingresos de los agricultores, el impulso de economías regionales y la reducción de la dependencia del petróleo importado, disminuyendo además el transporte de crudo por los mares.

Desarrollo local/regional

“…No tenemos patrones de calidad de vida. No tenemos índices sistemáticos que nos revelen si los hombres están más o menos desligados entre sí, si la educación es más eficaz, si el arte, la música y la literatura están en auge, si el civismo, la generosidad o la amabilidad se desarrollan favorablemente, no tenemos un índice del medio ambiente, un censo estadístico para medir si las condiciones de vida del país mejoran año a año.” (A. Toffler, 1970)

El nuevo paradigma de la producción de alimentos/combustibles debería ser la “copia”  de los procesos naturales y de naturaleza, en lugar de la explotación de los mismos.
Una de las cuestiones más importantes que una comunidad puede considerar, es analizar y entender el costo que tiene la dependencia de insumos externos, especialmente energía, y qué opciones existen para promover el desarrollo independiente. Una comunidad típicamente gasta el 20% de sus ingresos brutos en compra de energía y prácticamente el 80% de ese flujo egresa como un insumo importado que es.

Desde los años ’70 existen variados ejemplos de estos cambios que pueden realizarse desde una comunidad local, en pos de obtener la independencia y por tanto la sustentabilidad del desarrollo. Puede pensarse por ejemplo en el rediseño de procesos y productos “copiando” la naturaleza, es decir el modo en que los procesos naturales gestionan productos y servicios e intercambios varios. La naturaleza utiliza menores flujos energéticos, lleva adelante los procesos a temperaturas bajas (ambiente), e inexorablemente siempre asociados a algún proceso vital cercano. La naturaleza se energiza mediante la luz solar, no libera tóxicos persistentes, usa la materia en ciclos cerrados (donde todo es reciclado). Finalmente “la naturaleza”, tiene “compre local”, no existen procesos de transporte o transferencia como los implementados por la cultura del hombre.

Desde el punto de vista local y regional se propone que las políticas de desarrollo incluyan en su presupuesto el análisis de aspectos de uso eficiente de la energía, de reducción de impactos ambientales negativos, de promoción y mantenimiento de la vida rural en contraste con el aumento poblacional de centros urbanos, promoviendo el crecimiento con justicia e igualdad de oportunidades sin privilegiar la concentración de la economía, promoviendo el consumo local,  y promocionando las bajas cargas de costo de transporte de alimentos. Es fundamental la participación de los sectores científico y tecnológico de la UTN, así como de otras Universidades e Institutos, en  temas vinculados al rol de la tecnología y el impacto en la calidad de vida local y regional del crecimiento de la producción primaria de alimentos/combustibles.

Ing. Horacio Campaña