EFICIENCIA ENERGÉTICA Y DESARROLLO AGRÍCOLA: ¿dos realidades incompatibles?(1º Parte)
Se analizan el modelo de utilización de la energía en el sector de la agricultura, su tendencia y posibilidades de revertir las consecuencias adversas que el mismo genera.
La agricultura está en el origen del desarrollo de la civilización. La agricultura moderna pareciera representar en la actualidad el máximo escalón, permitiendo a menos agricultores producir más alimentos. Muchas de esas prácticas son insostenibles. Uno de los aspectos clave de la insustentabilidad es la interacción entre energía y agricultura. A pesar de producir alimentos suficientes para alimentar a la humanidad, el hambre lejos de reducirse se ha incrementado, y hoy es ampliamente reconocido que la principal causa del hambre es la pobreza (distribución injusta de la riqueza), además de la fragilidad provocada por desastres naturales y de las guerras (situaciones en muchos casos previsibles y evitables). Las exportaciones de alimentos van a aquellos que pueden pagarlos, no necesariamente a quienes más los necesitan; los acuerdos comerciales globales no están dirigidos a combatir situaciones de vaciamiento (dumping) que desplazan producciones locales e incrementan los niveles de pobreza que se suponía iban a revertir. Las políticas agrícolas, implementadas con frivolidad, son sólo justificadas por intereses que pujan por dicho avance (lobby). Es posible entonces pasar de “alimentar al mundo” a “resolver el problema del petróleo”.
Para ser sustentable, la agricultura debe usar eficientemente los recursos de un modo que asegure la continuidad de la vida, enriquezca los suelos y promueva comunidades más sólidas y permanentes. Para ello los procesos y productos deben rediseñarse de un modo sostenible e innovativo, inspirados en los productos y procesos naturales. Las empresas y asociaciones humanas deben tener carácter restaurativo del capital social y natural. Tienden las políticas actuales al desarrollo y consolidación de las comunidades rurales, ¿o más bien lo contrario? La agricultura siempre ha tenido como desafíos más importantes las variaciones de precios por los mercados, controlados con distintas políticas sectoriales, y el clima. El común denominador de estas cuestiones es la energía.
Cifras poco alentadoras
El aumento en la tasa de consumo de energía ha crecido históricamente mucho más rápido que la tasa de aumento de la población, de acuerdo al Worldwatch Institute (State of the World Report 2004). Entre 1850 y 1970 el número de personas se triplicó mientras que la energía consumida creció 12 veces. A partir de 1970 la introducción de tecnologías para el uso más eficiente de la energía ha acercado las tendencias de crecimiento poblacional y uso energético, aunque siempre sigue siendo mayor el uso de energía. El grave problema es que las tendencias de crecimiento de consumo energético y crecimiento poblacional son de tipo exponencial y siguen en aumento, mientras que los límites del crecimiento (recursos limitados) imponen una desaceleración de las tasas de crecimiento demográfico y uso de energía. Por su parte el desarrollo económico debería continuar, sin “golpes bajos” como los manifestados en videos de dudosa procedencia, donde abiertamente se descalifican las energías alternativas. El único modo de cumplir estos objetivos es el incremento radical de la productividad energética, utilizando fuentes no basadas en carbón.
Si esto no sucede, y no se utiliza la energía en forma más eficiente y se aprovechan las fuentes renovables, la situación derivará en interminables conflictos y crisis militares, sociales y ambientales. Nadie duda que la muerte sembrada en Irak en particular, y en Medio Oriente en general incluso antes de la década del ‘70, tiene vinculación directa con este problema, al igual que las víctimas y refugiados de África en los últimos 40 años. Irak tiene hoy más del 30 % de las reservas mundiales probadas de petróleo, detrás de Arabia Saudita y Canadá.
Cómo se usa la energía
Las prácticas actuales de agricultura industrial hacen uso intensivo de energía. Aún sin los cambios ambientales que derivan en el cambio climático actual, el alto precio de la energía está exprimiendo los bolsillos de los agricultores. Son principalmente afectados los pequeños y medianos, cuyas comunidades se empobrecen y dependen cada vez más del combustible local o importado (esto es indistinto para nuestra situación actual, debido a erróneas políticas energéticas y luego de privatizaciones irresponsables).
El modelo actual de uso de la energía está influyendo negativamente sobre el clima y afecta a la agricultura, y al mismo tiempo la agricultura desarrollada en modo actual está contribuyendo a la modificación del clima. Las prácticas actuales promueven el despojo del carbono del suelo, la emisión de gases de efecto invernadero por procesos de fertilización descontrolada, o la emisión de metano en sistemas de producción animal confinada. El uso más eficiente de energía en la agricultura puede reducir las emisiones de dióxido de carbono, permitiendo además el desarrollo de comunidades económicamente sólidas y más resilientes a los desastres naturales (que sin duda continuarán aumentando su frecuencia, aunque las tendencias del cambio climático se amortigüen). La agricultura puede además revertir los procesos de despojo de carbono del suelo, promoviendo el secuestro de carbono del CO2 atmosférico. La agricultura puede también producir energía no fósil para sus producciones y aún para el resto de las actividades, desde el desarrollo de granjas eólicas hasta la producción de biocombustibles.
El sector de alimentos de un país industrializado usa el 10 ó 15% del total de energía consumida por el mismo. Cerca de 2/5 de esa energía se utiliza en procesamiento (envasado y distribución), otros 2/5 en refrigeración y cocción final por quien consume. Sólo 1/5 del total es utilizada por el agricultor, aplicando la mitad de eso, en insumos que van al suelo (agroquímicos). La industrialización y los mecanismos de comercialización globales imponen el transporte de alimentos a grandes distancias, lo cual promueve un uso ineficiente de energía, disminuye la calidad de los alimentos (degradación) y aumenta los costos.
La distribución del uso de energía de un productor rural, tiene tres componentes importantes: electricidad, combustible (gas oil) e insumos agroquímicos, con una contribución diversa dependiendo del grado de tecnificación y la localización específica. El ingreso bruto de los productores rurales se ha reducido consecuentemente por el aumento del precio de la energía y por la reducción de los rindes de producción (especialmente por sequías). En el caso de fertilizantes, más del 80% del costo de producción de fertilizantes nitrogenados corresponde a costo de gas natural. En otro caso típico, los productores lecheros tienen una fuerte incidencia del costo de energía eléctrica en su proceso productivo.
(2º Parte en la próxima edición de Utecnoticias)
Ing. Horacio Campaña
El Ing. Campaña es Investigador en el Grupo de Estudio de Ingeniería Ambiental de la Facultad; Representa a la UTN-FRBB en el Consejo Local Asesor INTA Bordenave; Lleva adelante Proyectos de Biocombustibles / Reciclado de Biomasa y Energía y Producción Ecológica de Agroalimentos; Es Profesor Asociado en las cátedras Ingeniería Sanitaria (Dto Ing. Civil) y Gestión Ambiental de las carreras de Ingeniería de la Facultad. |