La producción e industrialización de aloe vera ¿una nueva agroindustria posible?

El aumento sostenido de la demanda de hojas frescas de aloe vera y de subproductos como el gel, ha atraído el interés de aquellos preocupados por identificar nuevas oportunidades productivas y de empleo.

En Argentina, en particular, a pesar de tener suelos aptos para el cultivo de algunas de las variedades de aloe, la oferta no ha crecido al mismo ritmo que la demanda. Por este motivo, algunos analistas consideran que esta actividad representa una doble oportunidad para generar empleo e ingresos.
A continuación se detallan las fases de la cadena productiva basada en el cultivo y elaboración de subproductos de aloe vera.

aloe vera
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Cultivo

La variedad de aloe vera se inscribe dentro del grupo de plantas medicinales y condimentarias. Según cifras del último Censo Nacional Agropecuario, en Argentina la superficie implantada con distintas variedades medicinales alcanza casi las 8 mil hectáreas, aunque no se dispone de cifras desagregadas para aloe. La información específica referida al cultivo de aloe se basa en datos de la principal empresa comercializadora en el país: Aloetrade.

En Argentina el cultivo de aloe se inició durante los ‘90. Las provincias pioneras en términos del nivel de producción y tamaño de los establecimientos son Córdoba y Santa Fe con la variedad de saponaria (68% del número total de plantas). En Misiones, Corrientes, Mendoza, Santiago del Estero, Chaco, Entre Ríos, Formosa, Buenos Aires y Tucumán el nivel de producción es considerablemente menor y con mayor diversificación de variedades (saponaria, barbadensis, arborescens millar).

En particular, la variedad más apta para la mayor parte del suelo argentino es la saponaria, ya que tolera temperaturas de –7ºC, puede ser cultivada en suelos arenosos y requiere alto nivel de exposición solar. La única restricción es el exceso de agua.

Al tratarse de un cultivo intensivo, la mayor parte de las explotaciones no supera las 5 hectáreas. Cada hectárea soporta una carga de entre 3 mil a 18 mil plantas, aunque el volumen óptimo debe ser ajustado para maximizar el rendimiento a largo plazo de la explotación.

La cosecha comienza alrededor de los 3 años de haber colocado los plantines. Una planta adulta permite extraer alrededor de 12 hojas por año, con un peso aproximado total de 3 kilos. Por ende, el rinde total por hectárea puede ir de 30 a 54 toneladas, según la densidad de plantas y ritmo de corte. Es necesario, de todos modos, realizar una renovación de las plantas cada 8 años, a fin de mantener estable la productividad.

Considerando que el precio (neto de IVA) de la hoja fresca oscila en torno a $0,60, los ingresos por hectárea oscilan entre 18 mil y 32,4 mil pesos.

Un estudio para una explotación de 2 hectáreas localizada en el sudoeste bonaerense estimó que la inversión inicial ronda los 13 mil pesos, mientras que las ganancias anuales se ubican en torno a los 6800 pesos luego del tercer año. Este monto refleja que explotaciones de este tamaño suelen actuar como complemento de ingresos de otra actividad principal. Esta escala puede, sin embargo, operar como “trampolín” de ingreso al sector, para luego expandirse reinvirtiendo ganancias.

A medida que aumenta el tamaño de la explotación disminuyen levemente los costos unitarios de producción (básicamente en tareas de cuidado, cosecha y renovación de plantas longevas). Si bien es posible comenzar la actividad con 2 hectáreas y un nivel de inversión bajo, la escala mínima eficiente (aquella que reduce al mínimo los costos por kilogramo cosechado) se ubica en torno a las 10 hectáreas, escala que también permite dedicarse por completo a la actividad, sin depender de fuentes de ingreso alternativas.

El problema es que, dado, el nivel actual de demanda interna, esta explotación abastecería prácticamente todo el mercado local. Como ocurre en la mayor parte de producciones alternativas, la salida a una producción competitiva suele estar en el mercado externo, como complemento del reducido mercado interno. De lo contrario, explotaciones más pequeñas deberán resignarse a niveles de costos superiores, aunque atendiendo a un mercado menos complejo.


Industrialización

Es posible hacer una pequeña transformación de las hojas frescas de aloe, obteniendo gel, conocido genéricamente como “droga cruda”, empleada luego en la industria farmacéutica y de cosméticos para elaborar cremas, tónicos, etc.

En el país sólo existe una planta extractora de gel de aloe, localizada en Devoto (Córdoba). A diferencia de la facilidad de entrada en la fase primaria (cultivo), esta es la etapa de más difícil acceso, ya que la obtención de gel requiere el agregado de aditivos hasta lograr estabilizar el producto. Como este proceso puede demorar meses, el proceso suele estar protegido por derechos de propiedad (patentes). La necesidad de adoptar métodos de prueba y error encarece el proceso de puesta en marcha de una planta procesadora. Según información del único productor de gel radicado en el país, la inversión inicial puede rondar los 300 mil pesos, incluido el patentamiento. Según estimaciones de Cuenca Rural, sólo producciones que superen las 300 toneladas de hojas por año (unas 7 explotaciones de 2 hectáreas o 2 de 10 hectáreas) justifican la instalación de un establecimiento elaborador.

Estimaciones propias, en función de la producción actual de la planta localizada en Córdoba, arrojan un ingreso anual de 336 mil pesos, aunque por las razones expuestas anteriormente, se desconocen los costos de funcionamiento. En Río Tercero (Córdoba), la Facultad Regional de Villa María de la UTN elaboró un anteproyecto para instalar una planta elaboradora de gel, a solicitud de una cooperativa. El proyecto planea procesar 400 toneladas anuales de gel, superando en más de 8 veces la escala actual del único establecimiento en operación. De todos modos, el consumo de hojas frescas parece proporcionalmente mayor indicando una rentabilidad menor por unidad de peso invertido. Esto revela la variedad de técnicas utilizadas y la ausencia de una modalidad dominante en la producción de gel.

Posibilidades de desarrollar esta actividad en la región

El hecho de que en la región no existan plantas procesadoras de aloe abre una oportunidad de mercado. Este hecho también representa una desventaja para iniciar explotaciones muy pequeñas, que deberían verse obligadas a enviar sus producciones hacia las zonas actualmente procesadoras (a un millar de km de la región) y afrontar posiblemente los costos de traslado, eventualmente elevados por subutilización del equipo de transporte. La estrategia para superar este inconveniente sería la formación de una masa crítica de productores primarios que permitiese o bien disminuir los costos unitarios de traslado o bien justificar la instalación de un establecimiento procesador.

En términos de su contribución al desarrollo local, es la segunda opción la que generaría mayor impacto, ya que además de dar pie a la llegada de capitales (derivados de la comercialización del producto) absorbería mayor empleo directo e indirecto. Sin embargo, esta alternativa es la que resulta más onerosa en términos de esfuerzo inversor. Probablemente la integración de la fase industrial de aloe requiera apoyo financiero y técnico, que permita afrontar con éxito la etapa de I+D (investigación y desarrollo) requerida para estabilizar químicamente el producto. Sin este tipo de colaboración es difícil que la elaboración de productos de aloe tenga lugar de modo autónomo. Tal vez, un trayecto más sustentable sería conseguir primero un umbral de productores que enviase la producción conjunta a los centros elaboradores existentes y que, a medida que dicho sector se expandiese, se estimulase la integración local de la fase industrial.

Coordinación: Mg. Valentina Viego
vviego@criba.edu.ar
Fuentes de información:

Artículo basado en el trabajo de tesis de Paula Balda para optar al grado de Licenciada en Desarrollo de Economías Regionales de esta Facultad. Valentina Viego estuvo a cargo de la dirección del trabajo

INDEC, CNA, 2002
www.aloetrade.com.ar
www.cuencarural.com.ar