Viaje por L´ITALIA

Entre septiembre de 2002 y agosto de 2003 la Facultad dictó el Curso “Experto Informático para el Comercio Electrónico”. El grupo de alumnos participante realizó la última etapa del curso (“stage” o pasantía) en la región de Le Marche, Italia.

Mediante un convenio con la Federazione Regionale Artigiani Marche (Italia) y en colaboración con el Centro Marchigiano de Bahía Blanca y Región, se desarrolló este curso de formación profesional. El mismo estuvo destinado a ciudadanos italianos, y fue financiado por el Ministero del Lavoro e delle Politiche Sociali de Italia.

Como parte de la formación, 24 alumnos cursaron los módulos correspondientes a Informática Básica, Programación, Dreamweaver, Photoshop, Marco Legal, Idioma Italiano, y Marketing. También diseñaron e implementaron páginas web para diversas instituciones italianas de nuestra ciudad. Como corolario del curso, el grupo –compuesto por 22 alumnos, un coordinador, Sr. Juan Carlos Paglialunga, y una docente de la Facultad, Ing. Mercedes Marinsalta- viajó a Italia donde visitó una decena de empresas de los más variados rubros.

Estas son algunas de las apreciaciones y vivencias capitalizadas por César Puliafito, alumno del curso y uno de los miembros de la visita bahiense.

La tierra de mi Nonno

Creo que lo primero que nos impactó profundamente de la Región Le Marche fue el equilibrio, la convivencia entre la campiña con sus tradiciones contadinas y las empresas con la tecnología más adelantada.

De Roma llegamos por avión a Ancona, capital de la Región; de ahí recorrimos en autobús unos 30 kilómetros hasta Loreto. En el trayecto contamos no menos de 400 pymes, con sus estacionamientos repletos de autos pequeños y medianos, todos nuevos; tampoco faltaban los BMW y los Mercedes. Los jardines estaban perfectamente arreglados y a un metro y medio del linde de la fábrica, y sin alambrado por medio, se abrían los surcos de uno y otro campito que denotaban laboreos intensivos con aradas profundas dejando al descubierto grandes terrones de tierra.

Con nuestra percepción pampeana de las distancias, todo nos parecía chiquito; podríamos decir que recorríamos una maqueta de ferromodelismo. La belleza del paisaje era resaltada por un orden increíble, rutas sin baches, vías con una cobertura de pedregullo y sin malezas, los fondos de las casas y hasta las macetas trabajadas.

El “genio” italiano

Los Italianos son como nosotros. De hecho casi todos los miembros de la comitiva éramos ciudadanos italianos. Esto no nos hace ni mejores ni peores; pero nos da la evidencia real de que no hace falta ser un arquetipo nórdico “hollywoodiano” para integrarse en una sociedad ordenada y del primer mundo.

Los “Tanos”, tienen la misma mezcla étnica que nosotros; hay morochos, rubios, de pelo lacio, con rulos; son más bajos que altos, algunos regordetes pero pocos o ninguno obeso. Son amantes del buen comer, la Mamma, las mujeres, el buen vestir, la Ferrari, el fútbol, y el ciclismo. Creo que aún en ese mismo orden de prioridades. Más allá de sus gestos ampulosos, teatralizados, y sus frases altisonantes, son muy cordiales, naturalmente solidarios, y emotivos al grado de los discursos más solemnes y sentidos.

Estoy convencido que en algunos aspectos son más desordenados que los argentinos, lo que no es poco. Les cuesta cumplir los horarios, son informales y hasta último momento no se sabe si lo van a hacer y cómo. También es evidente que heredamos su creatividad; el “genio Italiano” es una realidad que pudimos verificar en la fantasía que aún en las más pequeñas empresas ponen para darle valor agregado a sus productos; esos que quizás producen con nuestros cueros o lanas, o de vaya a saber dónde importen la materia prima que su pequeña península les niega.

Hay algo indubitable en su carácter: son muy laboriosos. El escarmiento de las guerras y los padecimientos en la hambruna, les han hecho refrenar su natural disposición a la polémica y a disentir con arrebatos; para prosperar en una sociedad, donde temperamentos explosivos mediante, hay un gran respeto por las personas, los trabajadores, las normas, las instituciones, y su cultura y tradiciones. Se puede decir que los italianos no son patriotas al uso nuestro, pero sí tienen arraigadas sus tradiciones regionales. Eso se nota en Le Marche ya que es uno de los sitios de Italia donde menos jóvenes emigran y donde es un orgullo tener una buena huerta como “hobby” de fin de semana.

Regresando desde la tierra soñada

Todavía en las personas mayores -y por eso muchos creyeron en los bonos-, hay una visión positiva de la Argentina: para todos un verdadero edén. Especialmente en Le Marche y en todo el sur de Italia tienen un afecto especial por nuestra tierra, vinculado al recuerdo de algún pariente (todos tienen alguno en la Argentina); o por la ayuda que recibieron cuando la cosa arreciaba en Italia. Nos trataron como visitantes pero no como extranjeros. Les preocupa la inmigración ilegal, y ven con resquemor a marroquíes, albaneses, serbios, y principalmente húngaros e iraníes.

La región ha implementado planes especiales para el reclutamiento de mano de obra argentina, la que es muy valorada y respetada, especialmente en los niveles de operarios y técnicos. “Son muy adaptables, tienen buena formación, y una vez superado el primer encuentro con el idioma, son como nosotros…”, nos comentaba un capataz marchigiano de una fábrica de baterías. De todas las formas les conviene una inmigración ordenada de itálicos argentinos, que no les provoca ningún tipo de impacto de tipo sociocultural. De hecho son muy favorables las condiciones de incorporación (incluso alojamiento y parte del pasaje) que en la Región les dieron a los miembros de nuestro grupo, que hoy día, ya están residiendo y trabajando en la tierra de sus abuelos.

Hay casi sesenta millones de italianos en la península, y la misma cantidad en el resto del mundo (solamente si contamos los documentados). El Ministro de los italianos en el exterior Mirko Tremaglia está encabezando una “cruzada geopolítica”, para rescatar, en un mundo globalizado, el intercambio económico que los lazos afectivos entre los emigrados y la madre patria reportan a la península.

La fuerza de ser chico

Comprender el “ser marchigiano” nos permitió darnos cuenta que por ser una idiosincrasia tan parecida a la argentina, el modelo de desarrollo que sustentan es muy interesante para, aunque sea en algunos aspectos, trasladar a nuestro país. El 75% de la producción Italiana (entre las 10 potencias del mundo), lo producen pequeñas y medianas empresas, en su mayoría de carácter familiar y muy especializadas. Estas se entrelazan en confartigianatos (gremios) que los vinculan y desarrollan los lineamientos generales y de marketing. Cada una cubre una etapa de la producción muy específica. Por ejemplo, hay quienes producen solamente lenguas de zapatillas, otros las suelas, otras ensamblan, y el conjunto de las actividades de las distintas pymes dan por resultado productos de un gran valor agregado en diseño y de muy buena calidad.

La moda es una herramienta vital para la supervivencia en un mundo globalizado, y la imposición de los diseños propios en la formación de los patterns occidentales es el recurso que el genio italiano y su buen gusto utilizan para mantener a raya a los copistas chinos, que en la actualidad necesitan nada más que seis meses, para “truchar” con una calidad aceptable los modelos italianos y ponerlos en los comercios a menos de la mitad de precio.

Esta fabulosa plasticidad italiana para mutar, no la logran sólo con pequeñas fábricas muy especializadas y eficientes; los empresarios valoran, respetan y promueven a los creativos. Tener ideas distintas y practicables es la verdadera herramienta. Los departamentos de diseño en las textiles son verdaderas colmenas, que producen los prototipos adelantándose dos temporadas. Los creativos no son genios excéntricos, ni todos universitarios, más bien son gente especializada en lo que hace, y a la que se le paga bien por tener ideas útiles.

La dimensión y el volumen de producción de las pymes tienen por limite insuperable la calidad de los productos que generan. Hay una gran conciencia de que para seguir vendiendo es preciso hacerlo preservando la calidad de la “marca registrada italiana”. Nada es más importante que esto. Visitamos una fábrica artesanal de chacinados típicos de Le Marche, un verdadero santuario para los fanáticos de las picadas. Producía unos 2.900 kg de fiambre por mes, a un valor de € 29 el kilo. Le pregunté al dueño: “¿Por qué no faena dos o tres veces más en el mes y duplica la producción? La respuesta fue inmediata: “¿Para qué arriesgar la calidad de mi producto?. Hasta 2.900 kilogramos tengo toda mi producción colocada. De ahí en más tengo que contratar gente nueva fuera de mis allegados a la que le debo enseñar mis secretos, y gastar más de lo que gano para venderla…¡no tiene sentido!”. Esa respuesta me hizo entender “la fuerza de ser chicos”.

Son muchas las experiencias vividas, y evidentemente Italia es un país donde el Estado facilita las herramientas para fomentar el trabajo. Hay mucha reinversión en máquinas de última generación, y con planes de amortización de 6, 8 y 10 años, virtualmente sin intereses. Pero ese ya es otro marco. De cualquier manera notamos lo efectiva que es la “regionalización”.

Los lineamientos generales de las políticas que surgen del Estado italiano, no interfieren con el plan de desarrollo de cada región. Vale recordar que algunas de las provincias que conforman las 20 regiones italianas, no son más grandes que cualquier partido de la provincia de Buenos Aires. Esto nos da una magnitud de cómo se optimizan las potencialidades de cada kilómetro cuadrado, sin que los planes de desarrollo tengan que idearse a 600, 800, o 2.000 kilómetros de distancia en el mayor desconocimiento.

Lo que vimos nos da más motivos para profundizar los lazos con nuestra italianidad, asumiendo sus virtudes y defectos, y que de ésta y otras experiencias que se puedan lograr en el intercambio, consigamos ejemplos concretos que nos permitan hacer de nuestra Argentina la tierra prometida en la que, gracias a Dios, nuestros Nonnos pusieron sus ilusiones.