Agosto: Algunas fechas para reflexionar
El mes de agosto contiene algunas fechas significativas en el proceso de desarrollo de nuestra Educación Superior. Un 12 de agosto de 1821 se inauguraba la Universidad de Buenos Aires. Tres días antes, el entonces Gobernador y Capitán General de la Provincia de Buenos Aires, Don Martín Rodríguez, firmaba el Edicto de Erección de dicha Universidad. En un pasaje de ese documento señalaba:
“Desde el año 1778 estaban expedidas las órdenes para el establecimiento de la Universidad de esta Ciudad, y la más remarcable indiferencia del Gobierno metropolitano las había sepultado en el olvido. Excitado el Supremo Poder Ejecutivo por las instancias de muchos ciudadanos amantes de la ilustración y progreso del país, propuso al Congreso General en 1819 la erección de este establecimiento literario; y oficiando que se hallaba bastante facultado para proceder a fundarlo por sí solo, manifestó que deseaba la cooperación de aquel cuerpo soberano para colmar de autoridad la ejecución de un pensamiento tan benéfico. El Congreso General adhirió a la propuesta, dándole las formas generales el Gobierno y cuidando de remitirlas para su aprobación a la primera Legislatura. Las calamidades del año veinte lo paralizaron todo, estando ya a punto de realizarse. Pero habiéndose restablecido el sosiego y la tranquilidad de la Provincia, es uno de los deberes del Gobierno entrar de nuevo a ocuparse en la educación pública y promoverla por un sistema general, que siendo el más oportuno para hacerla florecer, lo había suspendido la anarquía y debe desarrollar un nuevo orden. Animado de estos sentimientos resolví llevar a ejecución la fundación de la Universidad, y para poner más expeditas las medidas conducentes a este fin, nombré Cancelario y Rector, dándole las facultades necesarias para que procediese y dispusiese la erección;…” . (1)
El 19 de agosto de 1948 se sanciona la ley 13.229, que implanta para los trabajadores del ciclo de aprendizaje y capacitación de las escuelas dependientes de la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional, el segundo nivel orientado a la especialización técnica. El capítulo II art. 9 de dicha Ley, establecía la creación de la Universidad Obrera Nacional como institución superior de enseñanza técnica, dependiente de la citada comisión, con el objeto de formar integralmente profesionales de origen laboral, destinados a satisfacer las necesidades de la industria nacional de ese entonces. Al egresado se le otorgaba el título de Ingeniero de Fábrica en las especialidades correspondientes. Dicha Universidad se convirtió en 1953 en la Universidad Tecnológica Nacional.
Repasemos muy brevemente el contexto socio-político en que se desarrollaron estos hechos históricos. En el primer caso (año 1821), la Provincia de Buenos Aires empezaba a organizarse políticamente luego de un período de absoluta anarquía que siguió a la derrota en la batalla de Cepeda, ante los caudillos provinciales de Santa Fe y Entre Ríos. Durante el año 1820 el desconcierto y las pujas políticas habían sido tan brutales que hasta llegaron a coexistir gobernadores nombrados simultáneamente por las distintas facciones políticas en pugna. Evidentemente, y a pesar de la corta calma política que imperaba durante 1821, la situación no era fácil.
En el segundo caso, año 1948, durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón, Argentina coexistía en un mundo destrozado por la Segunda Guerra Mundial, junto con profundos disensos políticos internos que no generaban el clima más propicio para el desarrollo. Sin embargo el país se industrializaba y reconocía la necesidad de nuevas instituciones educativas que coadyuvaran a este crecimiento.
Sin intentar realizar un análisis muy profundo ni trazar una comparación con el momento que nos toca vivir, estos últimos párrafos intentan reflejar la situación de crisis permanente en la que ha evolucionado nuestra república y en la que muchos procesos de desarrollo han tenido lugar. Los dos hechos históricos enunciados, han desembocado en la vida de dos de las instituciones públicas más representativas de nuestra Educación Superior, la UBA y la UTN.
Es sin duda difícil intentar transmitir un mensaje positivo y que impulse a la acción constructiva en el contexto actual. Nuestros gobernantes, carentes de toda imaginación, por qué no de ilustración e iniciativa (si uno los compara con aquellos personajes que hoy recordamos como próceres), y sin duda extraños a la concepción de un proyecto nacional, no intentan siquiera generar las condiciones para un desarrollo equitativo de nuestra sociedad, dentro del que la Educación tiene sin duda un rol fundamental.
Ahora bien, si hacemos un análisis introspectivo de nuestras instituciones, ¿podemos decir que hemos hecho todo lo que está a nuestro alcance para estar en una situación diferente a la que hoy nos encuentra debatiendo posibles medidas de fuerza? Yo diría que no.
En 1957, Alfredo Palacios sostenía:
“No puede admitirse ni siquiera como hipótesis, que la Universidad persista en atenerse a las formas tradicionales y a las funciones arcaicas, superadas hace siglos. La formación de profesionales y la transmisión de conocimientos inactuales no puede seguir siendo la misión de la Universidad” . Hoy 43 años después, este proceso transformador que él enunciaba no se ha completado. Y cuarenta y tres años no es sin duda poco tiempo. En el mismo lapso de tiempo, países como Japón o Alemania (por citar los ejemplos más emblemáticos), han creado a partir de las cenizas dejadas por las bombas, nuevas civilizaciones basadas en la tecnología. Aquí es donde las Universidades de estas naciones han encontrado el lugar para la creación de conocimientos que desemboquen luego en desarrollos industriales, que pongan a su industria a la vanguardia en el contexto mundial, a pesar de que en dichos países son altos los costos laborales y las cargas tributarias que fija el Estado. Por supuesto que el conocimiento es lo que agrega valor a su producción y genera el modelo de bienestar del que hoy las sociedades desarrolladas disfrutan. Esto contrasta abiertamente con la concepción económica de nuestros gobernantes, donde nuestro presidente, en uno de sus últimos discursos, sigue reclamando aumento de la productividad al campo, para generar un nuevo modelo agro-exportador, hoy, en agosto de 2001. Nada más reñido con el desarrollo de una sociedad. (2)
Pero ante esto, más allá de la lógica y justificada protesta, la coyuntura no puede paralizarnos. Debemos redoblar los esfuerzos por profundizar aquellas acciones que puedan conducirnos a un futuro distinto y ejercitar la autocrítica para mejorar aquellos aspectos que están a nuestro alcance. Nuestras instituciones de educación superior deben continuar con los procesos de mejoramiento iniciados con la Autoevaluación Institucional. Las estrategias de acercamiento con la industria local, que han comenzado a explorarse con la creación de la Dirección de Vinculación Tecnológica, en nuestra Facultad, han generado en estos dos últimos años resultados positivos y podrían desembocar en el futuro en relaciones de mutuo beneficio si somos capaces de integrarnos en el marco de proyectos conjuntos. Por qué no la gestión de proyectos de investigación con instituciones educativas del extranjero. Estas herramientas son algunas de la que podrían generar un nuevo perfil educativo que tenga en cuenta las necesidades del medio y permita completar la transformación que Palacios reclamaba.
Hoy, todavía, nuestra Educación Pública Universitaria, sigue siendo criticada desde la industria y desde nuestros mismos graduados por su desvinculación con la realidad “de la calle”. En otros países (por ejemplo Italia) los avances en la integración entre la universidad y la industria permiten hoy la movilidad laboral de profesionales entre ambos medios, eliminando los contrastes tan marcados que los separara en el pasado. Por supuesto que, en nuestro país, esta desvinculación reconoce múltiples causas, adjudicables en parte al ámbito universitario, pero también a la industria. Recién hoy, en plena crisis, esta comienza a reconocer que es importante el conocimiento como herramienta de crecimiento, siendo que en el pasado no ha tenido en absoluto vocación por modernizarse para crecer. Desde nuestro ámbito, la posibilidad de explorar estos caminos debe ser acompañada por un nuevo estilo de gestión y trabajo en el ámbito de la universidad, acortando los tiempos de respuesta para hacerlos compatibles con las urgencias del medio.
Es verdad que se hace difícil pensar en el progreso ante los brutales ataques que nuestras casas de estudios sufren de parte del poder político y económico, pero debemos entender que el Estado se construye a partir de la acción de sus integrantes, y cada uno de los que trabajamos en una institución pública somos “el Estado”. Debemos sentir que construimos un nuevo Estado Argentino, más dinámico y efectivo, a partir de nuestra acción. Tengamos en cuenta que las desastrosas privatizaciones que el anterior gobierno llevara adelante fueron, lamentablemente, legitimadas por los abusos cometidos desde las empresas e instituciones públicas durante años. De manera inversa, redoblar nuestras acciones positivas a partir de la creatividad, beneficiará nuestras posibilidades de generar mejores condiciones para sostenernos y crecer.
Ing. Pablo G. Girón
Citas
(1) Edicto de Erección de la Universidad de Buenos Aires, 1821.
(2) Palacios, Alfredo: “La universidad nueva. Desde la Reforma Universitaria hasta 1957”, M. Gleizer Editor, Buenos Aires, 1957.