A 83 años de la reforma universitaria
Surgida en el ámbito universitario tenía, sin embargo, una realidad mayor; ella reflejaba una cuestión social, material y moral.
Una clase dirigente y personalista cumplía su misión sin participar al medio social de sus actuaciones, y hacía de la universidad aristocrática un bastión de sus intereses y privilegios, sin acomodarla convenientemente a las nuevas necesidades sociales que surgían, cada vez con mayor fuerza.
Fue en Córdoba, cuando al iniciarse los cursos de 1918 en la casa de Trejo, los estudiantes manifestaron, mediante una huelga general, las disconformidades que venían planteando desde mucho tiempo atrás, y que eran permanentemente desoídas. Con ello consiguen el cambio de Rector y la reforma de los estatutos, en base a los que regían en la Universidad de La Plata.
En las elecciones del 15 de junio, sin embargo, los estudiantes fueron derrocados, llegando a la conclusión de que el mal estaba en los hombres que dominaban la universidad y fuera de ella.
El estudiantado amplió su visión, se conectó al medio social, hablaron al país y a toda América, llegando así al fondo de la cuestión que trajo como resultado el “Manifiesto Liminar” en el que expresaron: “Estamos pisando sobre una Revolución, estamos viviendo una hora americana” y pedían, como una recompensa “la redención espiritual de las juventudes americanas”.
Sus primeros postulados fueron: desarraigar el “arcaico y bárbaro concepto de autoridad”. Desafiaron el orden al manifestar que si en su nombre se pretendía seguir burlándolos y embruteciéndolos, la insurrección sería un hecho sagrado. Se revelaron contra la influencia clerical y reclamaron participación en el gobierno universitario, concursos docentes y periodicidad en la cátedra. De allí en más se lanzaron a la calle a sembrar sus ideales, de espaldas a lo que veían como una universidad retrógrada y sectorial.
Basados en principios radicales, con prédica subversiva y medios violentos, los estudiantes se hicieron oír en el país y en toda América, donde pronto comenzó a generarse un movimiento similar, que adquiría en cada país, características particulares sobre una común fundamentación.
El obrero se unió al estudiante, las manifestaciones se multiplicaron y las represiones fueron severas.
Su devenir histórico nos presenta un abanico de múltiples implicancias sociales al pasar los años.
La Reforma Universitaria de 1918 en América Latina fue un vasto movimiento que intentó fundamentalmente dos cosas: a) democratizar el acceso a la universidad; y b) movilizar a la sociedad para alcanzar la emancipación política de continente.
Aunque posteriormente los regímenes autoritarios no respetaron los logros estudiantiles, quedó siempre la idea de la universidad militante.
Aunque muchas de las motivaciones y postulados reformistas se perdieron estérilmente, en los apremios de momento del devenir histórico–social, hay que destacar que tuvo enorme repercusión continental, en influir en la formación de nuevas elites que representaban a las clases medias y populares. Pero sus modelos europeos de pensamiento (racionalista – iluminista- positivista e idealista) fueron adoptados sin modelo cultural propio, cosa que impidió la autonomía intelectual de las universidades.
Las estrategias de las clases dominantes para aislar, en lo posible, la vida universitaria del resto de la sociedad, sumada a la dependencia, dieron como resultado la inoperancia de muchos aspectos universitarios latinoamericanos. Por ello, ahora que la renovada democracia de nuestro país afirma la libertad universitaria y la participación estudiantil, el camino para convertirla definitivamente en generadora de cultura y desarrollo integrales, como se dijo anteriormente, es el imperativo que marca la ruta a todos los que, de una u otra manera, participamos en la vida de la Universidad Argentina. Son muchos los senderos que pueden escogerse para lograr tan significativa finalidad, y de nosotros depende, entonces, su nueva realidad.
Carlos Vera
Presidente
Federación Universitaria Tecnológica