¿Cuál es el nivel de las ondas electromagnéticas de radio frecuencia que incide negativamente sobre la salud humana?
Conclusiones
Los intereses económicos que corren acompañados del desarrollo de la telefonía celular, así también como todas las emisiones que hacen a la propagación de las ondas electromagnéticas, como ser las emisiones de radio y televisión, son extremadamente grandes y poderosos. Tener una intromisión en contra de estos intereses resulta una tarea titánica, y esto lo prueba en su libro el Dr. George Carlo («Cell Phones Invisible Hazards in the Wireless Age»). El Dr. Carlo fue el científico independiente que encabezó la investigación federal en U.S.A. en 1993, con un presupuesto de 25 millones de dólares, y a partir de este comienzo, la industria de las comunicaciones empezó a tratarlo como un intruso molesto, siguiéndole los pasos y contratando a grupos científicos para que realizaran investigaciones sobre los trabajos científicos que daban alguna prueba de la existencia de consecuencias adversas para la salud humana. La técnica empleada para desacreditar las experiencias, consistía en encontrar fallas de procedimientos en las investigaciones o en realizar contrastaciones de los trabajos realizados por medio de investigaciones parciales y con el ocultamiento de la verdad. Esto último se hace evidente en el caso del estudio de los daños en el ADN en las células de sangre humana realizado por los Dres. Lai y Singh en 1994, los que encontraron evidencias de daño, pero que fueron desvirtuadas por haber sido realizadas «sin rigor científico» al no utilizar determinados procedimientos y al simular la radiación con un generador de señales de laboratorio de acuerdo al Dr Guy.
A principio de 1999 los Dres. Ph.D. Raymond Tice y Ph.D. Graham Hook del Integrate Laboratory Systems, Research Triangle Park, N.C., llevaron adelante un experimento, en el cual se cuidaron todos los aspectos formales como ser: mantenimiento de la temperatura homogénea a 37 ºC, radiación que no fuese puntual con utilización de señal proveniente de teléfonos celulares tanto analógicos como digitales, modulados con conversación de voz humana, y la utilización de dosis inferiores a las consideradas como niveles de seguridad establecidas por la Comisión Federal de Comunicaciones de U.S.A. (FCC). Complementando los aspectos formales se tomaron los registros de todos los pasos y procedimientos de manera que fuese indiscutible el rigor científico, obteniéndose como resultado lo siguiente:
- Aplicaciones de tres horas de irradiación con resultado de no observación de ruptura del ADN en las células sanguíneas.
- Aplicación de 24 horas de exposición a la irradiación con resultado de daño evidente, al encontrarse formaciones de micro núcleos en las células sanguíneas cuando la condición normal es de un núcleo simple.
Este daño fue encontrado en todos los casos con el uso de teléfonos celulares de todos los tipos, análogos, digitales y PCS. En el caso de teléfonos digitales y PCS el daño estuvo presente aún para bajos niveles de SAR (*) de 1W/Kgrm, cuando lo establecido como seguro por el FCC es de 40 W/Kgrm. Los expertos del FCC últimamente establecieron, para modulación digital, un nivel 25 veces menor pero lo mismo, esto que sería 1,6W/Kgrm para el SAR, este nivel está por arriba del que se reportó con daño al ADN. Si bien esta última cifra de 1,6 W/Kgrm para el SAR, es la oficialmente establecida en la actualidad por el gobierno federal en U.S.A., los grupos de expertos del FCC están tratando de reducirla a 0.2 W/Kgrm.
El significado de esta investigación, que ha sido reproducida por otros laboratorios de investigación con resultados semejantes, es que la industria de telefonía celular ya no puede aseverar con certeza que las radiaciones de las torres de emisión como las de los teléfonos son inocuas para el ser humano. Se puede afirmar que los usuarios de teléfonos celulares que usan éstos cerca de sus cabezas pueden estar operando dentro de un rango peligroso para su salud.
Si bien las estadísticas actuales no pueden dar un dato cierto relevante, debido al corto plazo de uso masivo de la telefonía celular, existe un estudio, llevado a cabo en U.S.A., sobre 90 pacientes de cáncer cerebral, sobre los cuales se tomó aquellos que usaron el teléfono celular por más de tres años, lo cual determinó que, comparativamente contra aquellos que no lo usaron, el riesgo de contraer cáncer cerebral es del 60% mayor para quienes los usan en forma continua.
Otra evidencia del daño que puede producir la irradiación electromagnética está dada por el trabajo del Dr. Ph.D. Leif Salford de 1994 y que fue ratificado en 1999 por el Dr. Ph. D. Joseph Roti Roti de la Universidad de Washington en Saint Louis Mo., en cuanto a la ruptura en la barrera de la transferencia sanguínea en el cerebro humano. Esto último es el proceso que permite filtrar la sangre en el cerebro, pero que bloquea a los compuestos químicos para que no alcancen el tejido sensitivo del cerebro. La ruptura de la barrera cerebral se produce a muy bajos niveles de irradiación, a frecuencias del orden de hasta 2 GHz cercanas a las usadas en telefonía PCS. Este fenómeno permitiría el pasaje de sustancias químicas cancerígenas al cerebro como ser el tabaco, pesticidas, polución ambiental o algunos fármacos que son normalmente inocuos cuando esta barrera actúa naturalmente.
Por otro lado el daño que se produce en el ADN al aparecer micronúcleos, provoca que las células cerebrales pierdan la habilidad de auto repararse, facilitando de esta manera la capacidad de que los agentes cancerígenos actúen posibilitando la creación de tumores.
Uno de los primeros trabajos que daban un alerta sobre las posibles implicancias de la radiación electromanética no ionizante data de 1982, realizado por el Dr. William Ross Adey: «Tissue Interaction with Nonionizing Electromagnetic Fields» y que fue publicado recién en enero de 1991 por The American Planning Association. En este estudio se destacan los siguientes resultados:
Nivel | Efecto |
0.01 m W/cm2 | Altera/incrementa la permeabilidad de la barrera sanguínea cerebral |
0.03 m W/cm2 | Incrementa los niveles de aminas en el cerebro |
0.05 m W/cm2 | Disminuye la cuenta de esperma masculino |
4 m W/cm2 | Efectos neuroendocrinos |
10 m W/cm2 | Efectos genéticos |
28 m W/cm2 | Efectos paragenéticos (efectos causantes de tumores) |
Cabe destacar que el problema no se limita a las radiaciones provenientes de las comunicaciones telefónicas analógicas o digitales, sino que en muchos casos son peores las provenientes de estaciones de radio y televisión, donde las potencias que se manejan son varios órdenes de magnitud mayores y son de emisión continua y permanente durante 24 horas al día.
Al existir las evidencias actuales, que dan cierto asidero a las precauciones que se deberían tomar para proteger la salud humana, con respecto a los niveles de contaminación de radiación electromagnética nuestros gobernantes deberían tomar cartas en el asunto, modificando los actuales niveles, para adecuarlos a los que se están estableciendo en países que, por no tener una industria dominante que pueda ejercer presiones, han privilegiado la salud de su población.
También se debe seguir el ejemplo de algunos lugares de nuestro país donde las legislaturas realmente se preocupan de los daños que pueden llegar a ocasionar estas radiaciones, sancionando ordenanzas que erradican de dentro de las zonas urbanas las torres de telefonía celular. Como ejemplo el municipio de Villa María, provincia de Córdoba, en su ordenanza Nº 4.797 sancionada el 22 de marzo de 2001 erradica las torres de emisión fuera de la zona residencial e industrial dando el plazo de un año a las empresas para dar cumplimiento a lo dispuesto.
No solamente deben actuar las autoridades en prevención de la salud humana, con reglamentaciones que produzcan una restricción a aquellas cosas que puedan dañarla, sino que también debe prevenirse el accionar inescrupuloso de las grandes corporaciones, que no miden los daños que pueden producir, interesándose sólo por las ganancias. Como un ejemplo digno de emular es el publicado en el editorial de «The New England Journal of Medicine» del 18 de mayo de 2000, «Is Academic Medicine for Sale» donde hace un crudo análisis de las injerencias de la industria farmacéutica y de comunicaciones en subvencionar determinadas investigaciones orientadas a favorecer la colocación de productos, ocultando variadas consecuencias secundarias de dichos productos. Como consecuencia de esta editorial la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard Mass. estableció la prohibición del financiamiento por parte de las empresas para la investigación destinada a promocionar determinados productos o para apoyo de temas controversiales.
No debemos esperar que suceda lo que ocurrió con los asbestos (amianto), que ya a principios del siglo XX aparecieron las primeras investigaciones sobre los problemas pulmonares que ocasionaba el polvillo producido por el desprendimiento de las aislaciones de asbestos, y que sólo después de muchas muertes causadas por cáncer pulmonar, recién en 1980 fue prohibido totalmente su uso; pero esto viene a cuento, porque en aquella época ya existía un sustituto sintético que lo reemplazaba, por lo que las implicancias económicas eran nulas.
Como conclusión, no debemos ser mudos testigos de las consecuencias de no haber actuado a tiempo, para prevenir los hechos cuando sean irreversibles, ya que nos cabe el derecho constitucional de peticionar a nuestros gobernantes. No dejemos que las grandes corporaciones hagan valer su potencial económico en contra de la salud y el medio ambiente, hagamos todo lo posible para que se nos respete en nuestros derechos a una vida mejor.
SAR: es la relación de absorción de energía específica para tejidos humanos, y se mide en Watts por Kilogramo. Esta absorción de energía varía con respecto al tipo de tejido de que se trate ya que cambia la conductividad, es decir, varía para distintas partes del cuerpo.
Ing Néstor Hugo Mata
Director del GEBI
Grupo de Estudios de Bio Ingeniería
nmata@frbb.utn.edu.ar