¿Cuál es el nivel de las ondas electromagnéticas de radio frecuencia que incide negativamente sobre la salud humana?

A fin de tener una base razonable para empezar a discutir el tema en cuestión, debemos partir del conocimiento previo de cuales son las actividades y funciones de las células vivas con respecto a los campos eléctricos y magnéticos variables en el tiempo, es decir, alternativos en su polaridad y sentido.

Las fuentes de campos electromagnéticos pueden ser naturales o producidas por el hombre. En el caso de las naturales son aquellas producidas por una acumulación de cargas eléctricas, ya sea por las nubes o bien por acumulación de cargas estáticas en los objetos por la acción del viento y su descarga aleatoria a través de la atmósfera; por otro lado se incluye la existencia del campo magnético de la tierra como así también la existencia de las radiaciones provenientes del espacio exterior. Los campos electromagnéticos creados por el hombre van desde los rayos X generados por los equipos de diagnóstico hasta los producidos por las redes de energía eléctrica, pasando por toda la gama de comunicaciones inalámbricas y equipamientos electrónicos.

Una fuente de ondas electromagnéticas, en la cual los dos campos varían alternativamente en forma simultánea, interactuará con el material biológico de diferentes formas dependiendo de las veces por segundo en que varían estos campos, es decir la frecuencia de la onda. La frecuencia simplemente describe el número de veces que el campo varía por segundo y está asociada a la longitud de onda, que describe la distancia que existe entre una onda y la otra. Partiendo de los campos estáticos, o sea cero ciclos por segundo ó 0 Hertz (Hz), en general estamos expuestos a un espectro de frecuencias que llegan mas allá de los rayos X, o sea del orden de 100.000.000.000.000 millones de veces por segundo (1020Hz), pasando por el resto de las emisiones como podemos ver en la figura 1.



Figura Nº 1.- Distribución del espectro de ondas electromagnéticas

Además de la longitud de la onda y la frecuencia, existe otra característica importante de los campos electromagnéticos que se denomina “cuánto”, que es la asociación de la energía electro-magnética a una partícula. Los cuantos de alta energía están asociados a longitudes de onda pequeñas, es decir, a mayor frecuencia la energía de la onda es mayor, y por el contrario la ondas de menor frecuencia tendrán menor energía cuántica.

A su vez este espectro se divide en dos campos que se denominan ondas ionizantes y ondas no ionizantes. Las primeras son aquellas que tienen energía suficiente para romper los enlaces atómicos, que permite la liberación de electrones a partir de los átomos y moléculas. Este proceso produce cambios moleculares que pueden implicar daño a nivel de tejido biológico y del ADN celular. Este rango de frecuencias son las comprendidas por arriba de los 1015Hz, o sea del ultravioleta en adelante. Las segundas, es decir las no ionizantes, pertenecen a las comprendidas entre cero y frecuencias que incluyen la luz visible. Dentro de las no ionizantes están comprendidas aquellas en las cuales los fotones no poseen la energía suficiente para arrancar electrones, y se encuentran en el rango comprendido entre la luz visible y el infrarrojo lejano. Dentro de este rango las ondas producen excitaciones electrónicas que ocasionan efectos fotoquímicos. Por debajo del infrarrojo lejano hasta frecuencias relativamente bajas los efectos se subdividen en las térmicos y las no térmicos, dependiendo esta subdivisión del nivel de densidad del campo electromagnético de exposición, es decir, de la cantidad de energía que recibe la célula. Para las térmicas se genera inducción de corrientes eléctricas que producen incremento de la temperatura en los tejidos celulares, mientras que para las últimas no existe un conocimiento adecuado de sus efectos a nivel celular. Esto último es lo que ha desatado una gran polémica a nivel internacional, donde existen posturas totalmente encontradas, tanto desde el punto de vista de los niveles aceptables como de las consecuencias de la exposición esporádica y crónica.

En función de esta problemática, este estudio lo referimos a los efectos producidos por la radiación no ionizante en el rango de 500 Hz a 300 GHz (300×109 Hz) que comprende el rango de las radiofrecuencias de comunicaciones y radar.

Las ondas electromagnéticas de radio frecuencia están compuestas por campos tanto magnéticos como por campos eléctricos, por lo que la intensidad de radiofrecuencias se expresa en unidades específicas de cada uno de los componentes. Para el campo eléctrico se usa la unidad de “Voltios por Metro” [V/m], y por lo general se lo indica como “Intensidad de Campo Eléctrico”. Para el campo magnético se usa la unidad de “Amperes por Metro” [A/m], y por lo general se lo denomina “Intensidad del Campo Magnético”. Otra unidad que caracteriza al campo electromagnético de radio frecuencia es la “Densidad de Potencia” y es en general la unidad de medición que se usa más precisamente para un punto alejado de los elementos de irradiación de la antena, es decir, a varias longitudes de onda de distancia, lo que se denomina “Campo Lejano”. En este caso se hace necesario determinar tanto las intensidades del campo eléctrico como del magnético para caracterizar el ambiente electromagnético en un punto.

La “Densidad de Potencia” se define como la “Potencia por unidad de Área” [W/m2] o Watts por metro cuadrado, pero es común el uso de densidades de potencia expresadas en miliwatts por centímetro cuadrado [mW/cm2], o también en microwatts por centímetro cuadrado [microW/cm2], siendo equivalentes a 10 W/m2 y 0,01 W/m2 respectivamente.

La transmisión de los impulsos nerviosos, que es la base de la función del sistema nervioso central, se debe al comportamiento biofísico de la membrana de la célula nerviosa. Esto se produce especialmente por el transporte de iones a través de las membranas celulares (que no debe confundirse con la producción de iones por ruptura de enlaces) y el desarrollo de potenciales eléctricos al atravesarlas. Estos potenciales son producidos principalmente por la concentración de iones potasio dentro de la célula y de iones sodio en el líquido extracelular; también existen dentro de la célula altas concentraciones de fosfatos y proteínas que presentan cargas negativas. Esta propiedad de la membrana celular de intercambio de proteínas e iones depende en gran medida del campo eléctrico de membrana . Esto ocurre también con los iones calcio, que como veremos más adelante existen evidencias de alteración de este intercambio debido a los campos electromagnéticos no ionizantes de bajo nivel. Es decir, el organismo vivo posee un mecanismo de función básica que responde a campos eléctricos, por lo tanto, si este está sometido a campos externos, se puede alterar de alguna manera el normal funcionamiento del mismo.

Los efectos biológicos se miden con respecto a un estímulo o bien con respecto a los cambios de las condiciones ambientales dentro de un entorno particular. Estos efectos se determinan si son o no perjudiciales para la salud de los seres vivos, en función de estudios en laboratorio o bien de muestreos estadísticos de una población determinada, dentro de límites específicos donde se puede comprobar una influencia mesurable de condiciones ambientales determinadas. Por ejemplo un individuo puede estar recibiendo sonidos ambientales permanentemente sin que ello le produzca ningún daño a su salud, pero todo depende de cuál es el nivel sonoro, ya que dependiendo de este nivel y de cuánto tiempo está sometido al mismo (exposición crónica), puede causarle daños transitorios o permanentes. Lo mismo ocurre con los alimentos donde hay sustancias que se ingieren normalmente en cantidades muy pequeñas no produciendo ningún trastorno, pero si estas cantidades superan un nivel determinado pasan a ser tóxicas.

Sin embargo, como el organismo vivo tiene un mecanismo de control muy sofisticado, puede que éste se adapte adecuadamente a los cambios ambientales mediante los mecanismos de compensación biológica, pero ésto puede implicar cambios irreversibles al producir estrés en el mecanismo de adecuación biológica llevando consigo un daño permanente. Por lo tanto se debe tener en cuenta muy particularmente, no solamente el nivel de exposición, sino también la duración de dichas exposiciones a las que está sometido el organismo vivo.

En el caso de las emisiones electromagnéticas no ionizantes, existe un conocimiento perfectamente definido desde el punto de vista de la energía absorbida por un organismo, el cual debido a la circulación de corrientes inducidas, aumenta su temperatura produciendo daño en forma permanente cuando supera un nivel de 200 mW/cm2 y cuando el tiempo de exposición es mayor de 6 minutos en forma continua. Esto es básicamente la apoyatura sobre la que se basan los niveles establecidos por la FCC de Estados Unidos de América.

En los casos de experimentación de personas voluntarias que se han sometido a exposiciones de tiempos cortos a los niveles máximos que establece el ICNIRP ( International Commission on Non Ionizing Radiation Protection ) cuyos estudios epidemiológicos están basados en la absorción de energía con calentamiento celular y no en estudios de alteraciones a largo plazo, aparentemente no han experimentado alteraciones que indiquen detrimento de su salud.

Debido a que no existen bases científicas de discusión cierta, y que al aparecer algunas experiencias en las cuales los campos de ondas electromagnéticas de bajo nivel en el orden de los microW/cm2, han presentado algunas evidencias de daño a organismos vivos , la OMS (Organización Mundial de la Salud) ha emprendido, a partir de 1996, un programa multidisciplinario de investigación de gran magnitud, a nivel internacional, para poder establecer con una cierta certeza, cuál es el nivel aceptable de radiación electromagnética que puede establecerse como seguro para la salud humana. Este estudio se espera que sea entregado en los próximos cuatro años.

Algunos de los antecedentes de influencia de las ondas electromagnéticas de bajo nivel, incluyen fallas en el sueño, fatiga, ansiedad, depresión, síndrome suicida, dolores de cabeza, esterilidad, pérdida de la líbido, propensión al desarrollo de algunos tipos de cáncer, etc., pero la mayor parte de estos estudios no poseen bases científicas sustentables por experimentación o por estadística que permitan una certeza razonable, aunque sí existen algunos que hacen considerar el caso con un valor no desestimable. Más adelante nos abocaremos a ellos.

Los estudios epidemiológicos sobre la salud humana, son en realidad una muy buena fuente de información para poder determinar el origen de determinadas enfermedades, y son realmente válidos siempre y cuando las investigaciones se realicen buscando la causa y la distribución de la enfermedad en función de grupos comunitarios y ocupacionales, dentro de áreas geográficamente bien delimitadas. Esto hace pensar que se deberá esperar un tiempo razonablemente largo, lo que producirá indefectiblemente casos irreversibles para un gran número de personas afectadas. No obstante existen un gran número de estadistas que descreen de la certeza de estos estudios, ya que no descartan, que en un grupo específico que ocupacionalmente se encuentra expuesto a determinado riesgo, la sintomatología sea producto de otro agente externo a su trabajo. Esto último hace que las controversias sean aún mayores, y permitan a individuos inescrupulosos escudarse en ellas para poder lucrar sin tener en cuenta la salud pública.

En función de lo expuesto en el último párrafo, un estudio epidemiológico por sí solo no es una certificación de un hecho, por lo tanto, se deben considerar, en un estudio científico riguroso, muchos factores que pueden estar asociados a las causales del daño en la salud. Esto pone de manifiesto la necesidad que las autoridades de los gobiernos locales, provinciales y federal, utilizando la apoyatura científica que brindan las universidades, dispongan el encauzamiento de fondos públicos para la investigación dentro de esta temática y por ende la protección de los ciudadanos y el medio ambiente.

Ing Néstor Hugo Mata
Director del GEBI
Grupo de Estudios de Bio Ingeniería
F.R.B.B. U.T.N.