«Una mirada al proceso de enseñanza y aprendizaje desde las neurociencias»
Dra. Andrea Goldín, Lic. en Cs. Biológicas (UBA) y Dra. en Cs. Fisiológicas (UBA)
“Implementación efectiva de la responsabilidad del Estado en el nivel de educación superior”, es la denominación con la cual el Congreso Nacional sanciono la Ley Nº 27.024, que modifica la Ley de Educación Superior Nº 24.521; estableciendo que “Todas las personas que aprueben la Educación Secundaria pueden ingresar de manera libre e irrestricta a la enseñanza de grado en el Nivel de Educación Superior. (…) Este ingreso debe ser complementado mediante los procesos de nivelación y orientación profesional y vocacional que cada Institución de educación superior debe constituir, pero que en ningún caso debe tener un carácter selectivo excluyente o discriminador”.
Una primera observación que hizo la Dra. Goldín es que “las neurociencias venden” y que algunos neurocientíficos se han dedicado a probarlo. La investigación consistió en tomar una muestra de estudiantes universitarios, por ser los sujetos experimentales que se tienen más a mano (ella sostiene que siempre debemos ser críticos en cuanto a la información que buscamos y sus fuentes, esto quiere decir, que nos preguntemos cuan representativas pueden llegar a ser las conclusiones de esa muestra de estudiantes respecto a la sociedad), que fueron divididos en tres grupos y se les dio un texto corto de media carilla. Uno de ellos, “relación entre ver televisión y ser mejor en matemática”, era un texto falso que tenia varias fallas en su razonamiento lógico.
Sin que los alumnos lo supieran, a un grupo les dieron el texto solo, a otro grupo le dieron el texto con un gráfico que no aportaba absolutamente nada a la información contenida en el texto, y al tercer grupo le dieron el mismo texto pero con imágenes de cerebros que tampoco contribuían a la lógica ni aportaban información al texto. Preguntados sobre el razonamiento lógico del texto, los resultados indicaron que los textos que iban acompañados de imágenes cerebrales resultaban más confiables en comparación al texto con gráficos y al texto solo.
La neurociencia estudia el funcionamiento de la mente y el cerebro. Es muy relevante para la educación, porque cuando aprendemos el que capta información nueva y la procesa es el cerebro. El cerebro es un órgano, es decir, es algo palpable. En cambio la mente son los procesos que tienen lugar dentro del cerebro. El cerebro recibe información desde el exterior a través de los sentidos o de la retroalimentación (interna); por ejemplo, cuando soñamos. Hay estudios que muestran como el cerebro se modifica cuando aprendemos. Por otra parte, nuestra mente entiende lo que puede, es decir que dos personas entienden perciben un mismo fenómeno de distinta forma, de acuerdo a su historia previa.
“No hay Recetas”, como profesores queremos ser justos con un grupo de estudiantes, pero a veces no nos damos cuenta de que no es lo mismo exigirle a un alumno que a otro, la neurociencia no tiene una receta de cómo llevar adelante la docencia, solo es una herramienta mas como muchas de las que existen que nos brinda ayuda. No solo que cada alumno es distinto, los grupos son distintos, la dinámica de enseñanza se va cambiando y se va adaptando. Lo que en un año funciona muy bien, al año siguiente o en el aula de al lado no funciona. Por eso, insistió en no estructurarse.
Como el área de neurociencia educacional es muy nueva, entonces depende mucho del autor que uno lea.
Otra cuestión que desarrolló fue que al sistema de razonamiento hay que entrenarlo. Los eventos imposibles o inesperados son considerados como “mágicos”. En la escuela, los niños entran en contacto con pares de distintas creencias y con un sistema educativo que desalienta activamente el pensamiento mágico y les permite reemplazarlo por explicaciones más naturales. En tal sentido mostró las respuestas de niños de dos edades distintas a una misma pregunta, en las que se observaba dicho cambio.
También mostró los resultados de ensayos en los que se evaluaba la conveniencia de distintos tiempos entre la clase, el estudio y la evaluación, como así también el método de estudio. Decía que es intuitivo pensar que el aprendizaje ocurre durante el estudio mientras que la evaluación permite evaluar el estado de ese aprendizaje en la memoria. Los resultados muestran que es mucho más efectivo estudiar autoevaluando y regenerando el material que releer repetidamente.
Asimismo, mostró que no da lo mismo cualquier tipo de evaluación. Al respecto presentó como ejemplo un problema algebraico simple, pero formulado de seis maneras diferentes. Se hizo una encuesta a docentes para armar un ranking con estos problemas, ordenándolos de menor a mayor complejidad. Luego se comparó este ranking con el que se elaboró en función del porcentaje de respuestas correctas por parte de los alumnos evaluados. Los resultados mostraron que el que tuvo el mejor porcentaje de respuestas correctas fue el que los docentes pusieron en cuarto lugar. Y el que dio los peores resultados es el que los docentes consideraron como tercero más sencillo. Esto demuestra de que manera la formulación de un problema contribuye al mejor o peor desempeño de los alumnos, y por consiguiente, la necesidad de analizar la manera en que evaluamos.
Por último destacó que los seres humanos normalmente somos cooperativos, pero por lo general las evaluaciones son individuales. En tal sentido se debería tender a modelos de enseñanza y evaluación en los que se tenga en cuenta esta característica natural del ser humano, que por otra parte luego se aplica en el mundo del trabajo y en la vida en general.