Energía

Energía. Una palabra que cruza todos los significados. Usada y abusada: ya te deseen energía positiva, te llegue la cuenta de la luz o te pares en la playa viendo la rompiente, el concepto de energía se percibe, más allá de las definiciones. De cualquier modo, tanto por referenciarnos a algo, tomemos la definición clásica:

energía es la capacidad de realizar trabajo

Clarito: para que algo cambie, necesita energía. Si no consigue más, o no le sacan la que ya tiene, fuere lo que fuere, permanece en el estado en que está. Si bien aplicable a cualquier situación, en el mundo físico esta es una afirmación importantísima:

para hacer trabajar un sistema, hace falta una fuente de energía.

A nivel planetario e histórico, se podrían catalogar las diferentes etapas de la civilización en función de la fuente de energía utilizada. El desarrollo científico y tecnológico, el aumento de la población mundial, el poder político, las guerras, se han ido alternando en forma acelerada en el rol del huevo o de la gallina para desembocar en nuestro complejo presente. En una síntesis reduccionista extrema, se puede afirmar que el tipo de energía y el acceso a sus fuentes modela el mundo en que vivimos. El crecimiento exponencial del consumo energético, asociado con la evolución tecnológica y el aumento de la población que muestra el gráfico siguiente exime de cualquier comentario.

Matriz Energética

Coherente con lo que afirmamos, radiografiar el tipo de fuente que utiliza una sociedad en determinado momento permite diagnosticar su estado y el impacto que su actividad provoca al ambiente. Esta radiografía es lo que se conoce como Matriz Energética. Es necesario aclarar que consideramos sólo las fuentes primarias de energía, o sea, aquellas en que la energía se halla acumulada naturalmente. Partiendo de ellas, se las transforma en energía utilizable en forma térmica, eléctrica o mecánica. Excepto la nuclear, todas las fuentes primarias provienen del sol: ya sea en forma de radiación directa, como fotosíntesis fosilizada en petróleo, carbón o gas, reciente en leña, biogás y biocombustibles, o como energía mecánica en represas, vientos, mareas o corrientes.

La industria y el transporte, los devoradores modernos de energía, han sido –y siguen siendo- alimentados con la forma más concentrada de energía, o sea, los combustibles fósiles. Cuando lo que prima es la densidad y la eficiencia energéticas, los fósiles son indudablemente los más indicados. Y la tecnología para obtenerlos y utilizarlos se desarrollaron precisamente en espejo con esta opción. Pero la voracidad del consumo de los últimos doscientos años han puesto en la balanza otros factores que comienzan a pesar en la ecuación: el hecho de no ser renovables y los efectos sobre el medio ambiente. Estos dos factores vienen presionando cada vez con más fuerza sobre la economía y la sociedad, empujando un cambio en el paradigma en la utilización de la energía. Esta presión no es pareja ni a nivel de regiones o países, ni a nivel de soluciones adoptadas. El horizonte de escasez inevitable de un recurso que se agota actúa a dos puntas: frenética búsqueda de lo que queda, con aumento de los conflictos y el desarrollo de nuevas técnicas extractivas que permiten “rascar la olla”, y el incentivo para explotar otras fuentes.

El éxito logrado por Estados Unidos en la última década con la técnica de fracking descomprimió a uno de los principales actores en la búsqueda de soluciones novedosas, a las que sin embargo está obligada la Unión Europea. Las grandes economías asiáticas –China, India e incluso Japónno dudan en usar tecnologías obsoletas pero asequibles como la del carbón o riesgosas como la nuclear. Este panorama, unido al variable pero sostenido crecimiento de la demanda hace que la matriz energética mundial no haya sufrido variantes importantes en los últimos 30 años: con fronteras movibles entre petróleo, gas y carbón, se mantiene constante la preponderancia de los combustibles fósiles. Los gráficos que se muestran sostienen las afirmaciones precedentes.

Desafío

La matriz energética de nuestro país es similar en esencia a la mundial. La lógica indica que, a largo plazo, esta situación es insostenible. Y no sólo desde el punto de vista económico y de disponibilidad del recurso. Aun no se expuso el otro argumento, que en lo inmediato se desdibuja frente a los intereses en pugna, pero que en un plazo previsible comenzará a ser preponderante: el aspecto medioambiental. Un simple razonamiento permite poner en escala el problema: la energía concentrada en los combustibles fósiles ingresó a nuestro planeta como radiación solar durante millones de años, y fue disipada por nuestra civilización en escasos 200 años… Inevitablemente, un sistema tan delicado como nuestra biósfera, más temprano que tarde pasará la factura.

Factores coyunturales hacen que en este momento el precio del petróleo esté en un mínimo histórico, desalentando la inversión en energías renovables. Sin embargo, economías con capacidad de pensar estratégicamente a largo plazo no renuncian a sus objetivos de dotar sus matrices energéticas de un 20% de renovables para horizontes tan cercanos como 2020. Países como el nuestro, aunque tímidamente, van en el mismo sentido, o sea, contra la corriente actual pero a favor de un futuro previsible. Argentina acaba de promulgar la ley 27191 de promoción de Energías Renovables y es de esperar que en su marco se potencie el desarrollo de soluciones renovables. El desafío, y particularmente para una cantera de ingenieros e ingeniería como nuestra regional, es apostar a la formación e innovación en el terreno en que la energía se moverá en el futuro: fuentes renovables, energía distribuida y autonomía energética. Todos excelentes incentivos para nuestra creatividad.

Lic. Osvaldo Ruffo
Dpto. de Ciencias Básicas.